lunes, 19 de enero de 2009

en el patio de atrás

        


                         

Los patios y pasillos externos de la casa donde crecí estaban tomados por las plantas. Mis padres las dejaban vivir en estado salvaje, al límite de la funcionalidad.

En el patio de atrás había una pequeña colección de cactus y suculentas, a las que nadie parecía prestarle demasiada atención. Las macetas tenían escala infantil y carecían de valor paisajístico,  por lo que jugar con ellas no provocaba los frecuentes:  "el helechoo!!!!!!, cuidado con las plantas!!!!!"

Con mi hermana, las vecinas amigas y las primas, nos entreteníamos durante horas jugando
 al negocio, vendiéndolas y comprándolas, mirándoles los brotes y los colores. Había una que recuerdo especialmente porque su flor tenía olor a podrido y atraía moscas y miradas infantiles de curiosidad, asco y fascinación. La flor era de un color raro, casi negra, más o menos así.




No me acuerdo de haberlas regado. Se cuidaban solas, parecían de juguete. Hace poco alguien de la familia me contó que habían sido de mi bisabuela. Seguramente cuando ella murió quedaron ahí, y al casi no requerir cuidados, sobrevivieron  del agua de la lluvia, bajo la protección de la parra en verano.

 Si sacamos de esta foto el cactus grande ésto se parece bastante a lo que guardo en la imaginación de ese rincón del patio. 

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